Desde niña tejí y desde el 2012 he incursionado en la creación de obras entramadas y efectuadas en procesos de vinculación con comunidades.  

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Nuestras relaciones se construyen o no, en el entramado de la vida, y este tejido nos constituye como seres sociales, en esencia mezcla. Eso intangible, transitar por emociones, nuestra imagen codificada según lo "aceptable" en tensión con lo que sentimos ser, lo que buscamos no demostrar, brota como discurso manifiesto de nuestro tejido relacional.

 

Creo que el territorio está en nosotras/os, con nuestras sensibilidades y experiencias como contenido y materia prima. Entonces, al encontrarnos, surge un otro territorio que no es ni tú ni yo, sino, un nosotras/os. Al igual que una tela, como resultado del enlace de nudos, colores y detalles.

 

Si nos acercamos a un tejido, distinguimos sus detalles, pero si nos distanciamos se transforma en uno solo. El entrelazado que implica su creación, las millones de acciones que se efectúan para producir una tela tejida, son una alegoría de nuestra existencia, una representación simbólica de nuestro estar en el mundo.